Julio, el civilizador
En el siglo 19 se dio uno de los casos más aberrantes de la historia argentina. Alrededor de 1867 se da inicio a una de las matanzas mas crueles impulsada por el General Julio Argentino Roca. El principal objetivo de este cometido era el de obtener millones de hectáreas para ofrendarlas a la división internacional del trabajo.
Como todos sabemos esto fue denominado como la “campaña al desierto” o “conquista del desierto”. Sin ir más lejos, según el diccionario, desierto significa: vacío de civilización, lugar despoblado, inhabitado. Roca y su ejército pasaron a expropiar tierras de pueblos originarios, situados en las provincias de Río Negro, Neuquén, Chubut, La Pampa y Tierra del Fuego. En este marco el regimiento construía fortines para asegurarse que las tribus no les robasen el ganado ovino conseguido. ¿Esto porque? Porque existía una gran demanda desde Gran Bretaña, carecían de lana y carne ovina. Un funcionario de la época decía: “reemplazar indios por ovejas”.
En aquel entonces el congreso nacional sancionaba una ley, la 215, que promulgaba la ocupación de los ríos y el desalojo de los indios. Si de alguna forma las tribus se resistiesen, serian condenadas con el más severo de los castigos.
La elite gobernante quería reforzar el latifundio y consolidar el poder militar. En conjunto se veía que existía demasiada corrupción, los soldados por ejemplo, eran mal atendidos, nadie les proporcionaba alimentos y además padecían enfermedades. Pero “el zorro”- así le decían a Roca sus amigos-se propuso el cometido de eliminar a las comunidades originarias y de hecho lo hizo, ya que, según el le podían causar serios problemas. El General se ahorro unos cuantos problemas.
Los sobrevivientes de este genocidio fueron encadenados miles de kilómetros hacia los puertos de Bahía Blanca Y Carmen de Patagones. Estas personas, llenas de horror, fueron trasladadas hacia Buenos Aires. En la capital del país los prisioneros eran paseados y se presentaban como el espectáculo de mucha gente. El destino final de estos infortunados era la isla Martín García, donde luego serian entregados como esclavos a las familias más poderosas.
Y para finalizar con esta lamentable historia, en un momento determinado se realizo la repartición de las tierras robadas. Los oficiales superiores del ejercito se llevaron una buena parte de la torta, la clase dirigente otra-los mayores acreedores fueron los Martínez de Oz- y por ultimo o mejor dicho la frutillita de la torta, o sea 15.000 hectáreas se la llevo Julio, el civilizador.
En la región del Alto Valle existen calles, escuelas, plazas y ciudades con los nombres de los “distinguidos” generales de la época como Julio Roca, Fernández Oro, Lorenzo Vinter, ConradoVillegas, Pacheco, etcétera. Los tradicionales libros de historia denominan a esta campaña como grata y honorificable, en los cuales los generales eran los héroes que defendían nuestro territorio, los villanos y ladrones eran los pueblos originarios.
En el siglo 19 se dio uno de los casos más aberrantes de la historia argentina. Alrededor de 1867 se da inicio a una de las matanzas mas crueles impulsada por el General Julio Argentino Roca. El principal objetivo de este cometido era el de obtener millones de hectáreas para ofrendarlas a la división internacional del trabajo.
Como todos sabemos esto fue denominado como la “campaña al desierto” o “conquista del desierto”. Sin ir más lejos, según el diccionario, desierto significa: vacío de civilización, lugar despoblado, inhabitado. Roca y su ejército pasaron a expropiar tierras de pueblos originarios, situados en las provincias de Río Negro, Neuquén, Chubut, La Pampa y Tierra del Fuego. En este marco el regimiento construía fortines para asegurarse que las tribus no les robasen el ganado ovino conseguido. ¿Esto porque? Porque existía una gran demanda desde Gran Bretaña, carecían de lana y carne ovina. Un funcionario de la época decía: “reemplazar indios por ovejas”.
En aquel entonces el congreso nacional sancionaba una ley, la 215, que promulgaba la ocupación de los ríos y el desalojo de los indios. Si de alguna forma las tribus se resistiesen, serian condenadas con el más severo de los castigos.
La elite gobernante quería reforzar el latifundio y consolidar el poder militar. En conjunto se veía que existía demasiada corrupción, los soldados por ejemplo, eran mal atendidos, nadie les proporcionaba alimentos y además padecían enfermedades. Pero “el zorro”- así le decían a Roca sus amigos-se propuso el cometido de eliminar a las comunidades originarias y de hecho lo hizo, ya que, según el le podían causar serios problemas. El General se ahorro unos cuantos problemas.
Los sobrevivientes de este genocidio fueron encadenados miles de kilómetros hacia los puertos de Bahía Blanca Y Carmen de Patagones. Estas personas, llenas de horror, fueron trasladadas hacia Buenos Aires. En la capital del país los prisioneros eran paseados y se presentaban como el espectáculo de mucha gente. El destino final de estos infortunados era la isla Martín García, donde luego serian entregados como esclavos a las familias más poderosas.
Y para finalizar con esta lamentable historia, en un momento determinado se realizo la repartición de las tierras robadas. Los oficiales superiores del ejercito se llevaron una buena parte de la torta, la clase dirigente otra-los mayores acreedores fueron los Martínez de Oz- y por ultimo o mejor dicho la frutillita de la torta, o sea 15.000 hectáreas se la llevo Julio, el civilizador.
En la región del Alto Valle existen calles, escuelas, plazas y ciudades con los nombres de los “distinguidos” generales de la época como Julio Roca, Fernández Oro, Lorenzo Vinter, ConradoVillegas, Pacheco, etcétera. Los tradicionales libros de historia denominan a esta campaña como grata y honorificable, en los cuales los generales eran los héroes que defendían nuestro territorio, los villanos y ladrones eran los pueblos originarios.
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